Que el aire
revuelva mis entrañas,
y hasta el último hálito de vida
no me deje sin mañanas.
Que un soplo de aire
traiga el suspiro que me eleve
y no me deje de rodillas,
si no de pie y de puntillas.
Para poner el cuerpo erguido
la cara y las manos en alto,
mirar al cielo y al infinito
y arremeter
con lo que me es impuesto
sin doblegar mis pasos.
Al infierno le pido
que me de una tregua,
no embista a sus demonios
ni a sus ángeles caídos
que yo no creo en hadas
ni en duendes paganos.
Es el espejo quien me habla de realidades,
de estar y ser persona,
lo demás,
lo dejo para fanáticos radicales.
Yayone Guereta.