Te dejé ir
dejando mi piel dormida
con las manos vacías,
tras de mi una sombra
que por siempre
me perseguiría.
Sin reproches ni portazos
la casa se volvió fría,
días y noches de agonías
y una falsa sonrisa
de cara a la galería.
Con puños de hierro
afronto la vida,
lágrima que no brota
que traga mi derrota
perdiendo aquellos días
por tu demora.
Te di tanto
tanto te di,
que no supe ver
que me olvidé de mi.
Son fantasmas los recuerdos
que logré destruir,
me di cuenta tras tiempo
costó asumir.
Solo fuiste un mal sueño
que conseguí abatir.
Sonrío.
Yayone Guereta.