Que bonita tenía la tristeza
cuando hablaba de amor.
Amé su oscuridad,
absorbida,
llené mi alma de su pena,
que hermosa...
Impregné mi piel de ella,
que bella...
A bocajarro,
como un seco disparo en el acto.
De recuerdos y nostalgias,
aferrado, cicatriz que abre,
sangrando aunque duela,
brecha que deja supurando
para no olvidar ni un solo día
-que fue amado-
herida que hizo su emblema
en su ser castigado,
hizo de sus cadenas su propia condena.
Que contradicción
ver tan dulce tanta tristeza,
la luz que deja los rescoldos
del amor que es su quimera.
Yayone Guereta.