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6 de mayo de 2015

Alma rota.



En sus cordilleras quiero perder hasta el nombre, 
el que deshace la boca al querer pronunciarse, 
vestir la noche de terciopelo, 
el pétalo de rosa que va desgranando sus vestiduras, 
mostrando el ansiado néctar, 
la dulce miel que los labios liban.

Robándole el tiempo al reloj para cometer mi delito, 
implacable atenta sobre el cielo cubriéndolo con nubes, 
como retrocediendo, 
parando el momento, 
y yo lo imploro.

Imploro con tesón, 
con la fuerza suficiente de aclamar al nuevo día, 
el que traerá el sol, 
y con él, el deseo de alcanzar su colina.

Habitar como una diosa en su olimpo, 
ser oración y credo sin misticismos.

Y florecer en su tierra salvaje sin algoritmos, 
con la inocencia de la piel que por primera vez se prueba, 
la que no se olvida en siglos.

Es la ausencia que va convirtiéndose en olvido, 
la que cruje en los sentidos y deja el alma rota, 
rompiéndose en mil pedazos, 
al no poder sentirlo mio.


Yayone Guereta.