Teje el ocaso su tela de araña
que enmaraña con hilo prieto,
sin fallar en cada hilada,
así da paso
a la noche que calla,
esperando pasiva a los demonios
que saldrán hacer su danza.
Invento una sonrisa
que enmudezca el grito
existente en las entrañas,
evocando al pensamiento
el risueño despertar de la alondra
para huir de la noche trémula
endiablada.
Solo podrá calmar las manos
que un día escucharon la piel,
el aliento tibio susurrado
la caricia hecha palabra,
que por un instante fue amor sereno
fresco verso en la mañana.
Por un momento creí,
ser pliegue de su pecho
olvidando la soledad,
siendo manto cubierto del cielo
donde se es universo.
Y en un descuido me atrapa
el enredo del nebuloso sueño,
y cae una lágrima de amor
muriendo en silencio.
Yayone Guereta.