A la noche llorona
le escupo por ser maldita.
Quema como el cigarro que devoro
atravesándose en la piel
no consumida,
mientras arrastro el lastre
de la maldición,
no ser querida.
Vagando entre ese espectro
que me mira
y quiere apoderarse
de mi semblante
con rostro de niño
cantando liras,
acunando sueños
para acercarme a las ruinas
de la oscuridad que guarda
bajo su capa
fantasmagórica fría.
Termino el cigarro,
como acabaré
con esta noche maldita.
Yayone Guereta.