Sobre el pecho la daga clavada de su tormentosa oscuridad
donde escupe blasfemias,
inseguridad que solo un alma inmadura esputa con rabia,
donde ya expiraron en la piel que advirtió el lamento y la tragedia,
pues el cuero al que quería ultrajar en su infamia
forjó una coraza desde las esquinas mucho antes
haciéndose ésta fuerte previniendo una aventurada guerra.
Amar en la crudeza de una bestialidad hostil,
volátil en sus giros como un Boomerang, no era amar,
la noche opaca advirtió el chasquido frío y seco que inmortalizó los cuerpos
dejándolos vacíos en el espacio con las miradas perdidas al infinito.
Exterminado por la calidez de una caricia gimen los bordes
y en la abundancia del beso
tiembla la sensación desconocida que él, un ser mortal jamás tuvo,
sintiéndose atacado ofreciendo la parte más animal
donde muerde sus tiempos más convulsos
reclamando cada rincón del cuerpo.
El lecho una mazmorra vacía,
un vía crucis que cada noche le destroza y le devora,
el pánico ante la soledad se apodera de su fragilidad convirtiéndola en ira.
Yayone Guereta.