Como es posible abordar un río de lágrimas hasta la extenuación,
si en el aguante de los párpados pesados
quemaron la preñez del sentimiento para evitarlos afligirse.
Es mi mar un mar muerto,
donde cada sensación queda fría en la intemperie
y congelada en su centro,
se posa inerte evitando cualquier roce que la erice
sintiéndome un oasis vacío.
Cada ola es invertida irónicamente en su rebelión
y revuelta se prodiga dueña de un océano de emociones encarceladas,
pues el miedo siempre aparece
sintiéndome devorada en su devenir extendiéndose.
Mi pasado no hace acopio de recuerdos
y olvida severamente la ingenuidad de la niñez,
de amar despierta, entregando el corazón,
pues las heridas vertidas en la piel que amó le recuerdan siempre
que amar fue una indolencia.
Sé, que carezco de muchos dones,
más la lucha desde mi humildad con mi mundo
es perseverar lo que el olvido devastó en ésta ausencia,
de ser sombra y sima,
para creer en la conjunción de dos almas en conexión pariendo vida.
Convence y me vence ésta razón.
Quizás exija a la existencia lo que no me pertenece...
Yayone Guereta.