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13 de octubre de 2016

Amor delirante.



Fueron dos islotes rotos en infinitos pedazos, 
bajo un cielo que tolera el peso de las almas errantes en descenso.

Se rompieron con el filo de la palabra cruzada,
lanzada desde la boca sin límite que disputaron egos,
en poesía decadente escupiendo soberbia, ira,
pecado capital sin perdones que daña en el duelo de los amantes.

Las voces fusilaron cualquier murmullo y del silencio, 
quedó el vacío,
y en las ausencias que se generan a la memoria donde se hacen espirar los recuerdos, 
llegó el olvido.

Ansié tantísimo su piel canela bañada por el sol de sus días 
y deseé tantas veces ser empapada por todo mi cuerpo 
con el efluvio de tal ambrosía...)

Tanta belleza no podía ser de este mundo,

-el enamorado párpado es ciego en sentir-

Por unos instantes detuve en mis manos su esencia,
esencia que recorto en recuerdos 
para no maltratar la herida que está sanando del reproche, 
el que ultrajó con tanto desprecio 
y el que yo adoré en mi inconsciencia hasta la locura.

Fuimos un amor delirante, 
al que llamé en mi abandono libertad,
y prófuga del sentimiento me hizo salir hacia mar abierto,
-mi mar-
descargando la toxicidad de ese puerto en sensaciones, 
sujetando arrecifes de coral.

De nosotros quedó la nube guerrera,
sin rumbo ni horizonte,
volátil y oscilante,
dos gotas de rocío que la tierra tragó.

Oh...tristeza que lo anidas,
corazón que albergas odio
al amor que te dio siete vidas.